Así como el Dios Jaguar, los Reyes Mayas desafiaban a la muerte renaciendo fuera del Inframundo, del cual los demás seres humanos no podían escapar. Los Reyes renacían en el Mundo Celeste y se convertía en Dioses.
Los Mayas creían en los Ciclos de la Creación y la Destrucción. El Cielo estaba formado por 13 escalones y cada uno tenía su propia divinidad. El Mundo Subterráneo contaba con 9 niveles sobre los que reinaban los 9 Señores de la Noche. El Universo subterráneo acogía cada noche los cuerpos celestes como el Sol, la Luna, Venus y las constelaciones cuando desaparecían en el horizonte.
Inspirándose en los descubrimientos y las ideas que heredaron de civilizaciones más antiguas, como las de los Olmecas, los Mayas dominaron la Astronomía, elaboraron y perfeccionaron precisos calendarios e inventaron la escritura jeroglífica. Se distinguieron asimismo por su Arquitectura ceremonial, pródiga de detalles y ornamentos y muy especialmente por sus Pirámides, sus Palacios, sus Observatorios, sus Centros ceremoniales y sus Escuelas de Misterios de formación mística y religiosa, todos ellos construídos "sin herramientas de metal". Todos los sitios sagrados mayas parecen haber sido construídos en puntos terrestres bien determinados, siguiendo un perfecto orden preestablecido. Parecen tener una función astronómica, matemática y arquitectural relacionándose extrañamente con los fenómenos celestes y terrestres. Cada sitio parece tener su orientación en función con la salida del Sol y el Solsticio de Verano, la iluminación a la puesta del Sol en el Solsticio de Invierno y la relación entre la posición de los astros. Todo esto nos afirma un lazo de intimidad y de aspiración de nuestros ancestros para unirse con las energías divinas.
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